APRENDE A ESCUCHAR.
Cuando mi papá y yo viajábamos a otros países alrededor del mundo, en una ocasión nuestro avión aterrizó en una pequeña isla muy aislada, y como íbamos a estar en ese lugar por una hora, nos bajamos del avión para estirar las piernas un poco. El aeropuerto no era más que un edificio raquítico con un techo de paja y unos cuantos banquitos alrededor de un pequeño comedor. Yo me acerqué para comer algo, y al regresar con mi papá percibí que estaba hablando con un hombre como de mi edad, pero estaba muy descuidada su apariencia.
